| Diario Deportivo Olé | 13-12-2002 | Contratapa |
María Virginia Garrone
Persevera y nadarás
CORDOBA (CORRESPONSAL). Virginia Garrone sabe muy bien lo que es volver a empezar, lo que es perderlo todo y tener que pelear contra el destino para recuperarlo. Virginia Garrone sabe que no hay sueños imposibles por más que el mundo le diga lo contrario. Virginia Garrone sabe ahora, y como no lo sabe nadie, que será ella, y no una maldita lesión y los consejos de la ciencia, la que decidirá el día en que dejará de tirarse a una pileta para pelearle al cronómetro a brazada limpia.
A esa conclusión llegó la nadadora de Bell Ville de 24 años, que se prepara para los próximos juegos Panamericanos a realizarse en Santo Domingo. Algo que muchos consideran un milagro, después de que tuviera que dejar la natación por una seria lesión en el hombro izquierdo, que la mantuvo lejos del agua por tres años.
"No es que volví a vivir, pero la sensación fue muy fea. La natación es mi vida y venía teniendo buena proyección, pero en el 94 comencé a sentir dolores en la espalda, hasta que después de los Panamericanos de Mar del Plata (tenía 16 años) y del Sudamericano Juvenil de Perú (participó infiltrada para soportar la afección y así y todo ganó ocho medallas de oro, un récord) el dolor se volvió tan intenso que finalmente tuve que largar todo", explica Virginia, que está a punto de recibirse de fisioterapeuta.
A medida que la dolencia avanzaba, Virginia, que a los 16 años era considerada la futura gran estrella de la natación, veía alejarse los Juegos Olímpicos de Atlanta, donde todos la ubicaban con buenas perspectivas. Ella, sin resignarse, buscaba soluciones con médicos de Córdoba y Buenos Aires. "Finalmente llegamos a la conclusión de que era una lesión en los tendones del hombro izquierdo. Pero no una tendinitis común, sino una cosa muy rara, porque los tendones se me iban deshilachando como si en cada brazada rozaran con una piedra pómez. Entonces no podía seguir nadando", comenta Virginia.
La noticia la sumió en un estado depresivo. Pero peor fue lo que siguió: ya no se trataba de nadar o de perderse los Juegos, sino que no podía soportar el dolor bajo ninguna circunstancia. Allí, junto a su familia, tomó la decisión de realizarse una intervención quirúrgica. "Cuando me pusieron en la camilla, el doctor Ricardo Proietti me dijo: "Te voy a operar. Tranquila, va a salir todo bien, vas a poder hacer una vida bastante normal, pero olvidate de volver a nadar, porque tenés los tendones deshilachados"".
Tal como le había dicho el cirujano, la operación fue un éxito. A Virginia ya no le dolía el hombro, aunque tenía prohibido meterse al agua. Pero ella no se resignaba. "Todos los días pensaba en nadar. Cómo sería, que mi mamá y mis tres hermanas apenas me veían sabían al toque la película que me estaba haciendo en mi cabeza, y me decían que no, que ni lo soñara", explica.
- Pero parece que mucho caso no les hiciste, ¿no?
- Y, la verdad que no. Empecé a meterme otra vez de a poquito, medio a escondidas, después lo hice en forma más abierta aunque siempre por diversión. Prometí no competir y entonces nadie se hizo drama y me apoyaron. Sabía que sin una pileta no era feliz. Hasta que en el 98 me anoté en unos Juegos Interuniversitarios. Necesitaba probarme. Me fue muy bien y me di cuenta de que si me esforzaba podía volver con todo y recuperar el tiempo perdido. Porque mi sueño era y sigue siendo el podio de los Juegos Olímpicos.
Virginia empezó a luchar contra el destino. Y comenzó a quebrarle el brazo. Primero, clasificándose para para participar en los 200 metros combinados en Sydney 2000. "Entrenaba tres veces por semana con Oscar García en la pileta de Bell Ville. No estaba en condiciones ideales, porque me faltaba recuperar musculatura. Nadaba y me dolía. Lloraba a mares con cada brazada. Pero no me importaba. Sabía que el esfuerzo valía la pena", confiesa. Llegó Sydney y debería haberse dado por cumplida. Porque a pesar de no haber obtenido buenos resultados en Australia, consiguió su sueño de llegar a los Juegos. Había vencido al dolor. Pero para ella no era suficiente.
Entonces, apenas volvió decidió entrenarse con el equipo del Jockey Club Córdoba, a cargo de Daniel Garimaldi, quien fuera el entrenador de José Meolans. Y de a poco empezó a mejorar sus marcas, hasta que volvió a explotar: en el último campeonato Argentino obtuvo 15 medallas de oro en...¡15 competencias!, marcando un récord inédito. Ahora se está entrenando todos los días con la mente puesta en los Panamericanos de Santo Domingo y los próximos Juegos Olímpicos Atenas 2004.
"No me creo un ejemplo, pero muchas veces sentía impotencia ante el dolor; por eso ahora, al no tener problemas, cuando estoy cansada trato de sacar fuerzas de donde no tengo para conseguir buenas marcas. Creo que fue una pesadilla que se terminó y mucho tuvieron que ver mis amigos y mi familia, que siempre me bancaron", dice Virginia antes de despedirse para volver a sumergirse en ese espejo azul que es su mundo y donde ella se mueve... Sí, como pez en el agua.